Recuerdo casi todo.
Recuerdo su nombre, su cabello, su figura.
Recuerdo donde la vi por primera vez y, también, donde la última.
Y si alguna vez quise olvidarla…
mis amigos – durante años - no me dejaron! ya entenderá, ud, por qué.
Con apenas un par de meses en la ciudad ya creía que conocía todos sus secretos. Típica arrogancia propia de los 18 años, edad en la que uno tiene derecho a ser arrogante.
Es el período en el que uno “fuma TNT y bebe dinamita” en palabras de Stephen King y espera que el mundo se aparte de nuestro camino si sabe lo que le conviene.
Pero también es la edad de la ingenuidad y por aquel entonces, yo era un crédulo. No hay duda.
Las primeras charlas se dieron en forma natural. Compartíamos el gym. Ella era nueva y yo conocía el mecanismo de los aparatos. Todo bien.
Así supe que sus sobrinas eran de Bahia - “que casualidad” dijo sonriendo – que tenían casi mi edad, que vendrían a la ciudad y que necesitaban alquilar un depto.
También supe que ella trabajaba para un diputado y que tenía casi 30 años. Un abismo para mis 18. “Aquellos” 18.
Por estar “en el tema” me ofrecí a pasarle cualquier dato que tuviera respecto a departamentos en alquiler y al efecto obtuve su número de teléfono.
Una semana después la estaba llamando.
- “Qué Briks?” Preguntó cuando me identifiqué. Tuve que ahondar en detalles para lograr que me reconociera. NO ME GUSTO en lo absoluto.
Quedamos en qué pasaría por su departamento para dejarle los datos conseguidos a las 14hs, momento en que yo dejaba de trabajar en el Ministerio.
Esa tarde llovía torrencialmente por lo que Horacio, el único con auto, me pasó a buscar y me acercó a lo de “G”.
- “bancame dos segundos” - le dije – “le dejo las direcciones y bajo”
Toqué el portero y me abrió sin preguntar quién era. Lógico, me estaba esperando, pensé.
Subí al segundo piso y tuve que buscar su departamento (el “D”, lo juro, así me acuerdo de todo)
Timbre….
Nada
Nuevo timbre…
Nada
Me cercioro de estar en el piso y dpto. correcto y toco por tercera vez.
Ahora sí la puerta se abre y “G”, ataviada sólo con un transparentísimo camisón me hace pasar y cierra la puerta detrás de mi.
Creo que ni hola dije.
Ella me pidió disculpas por la demora, “estaba durmiendo”, alegó y sin esperar respuesta se dio vuelta mostrándome su espalda desnuda.
No sólo su espalda.
- “me ayudas con el cierre?”
Es increíble la cantidad de cosas que un ser humano puede pensar en menos de un segundo.
Mi amigo esperando en la puerta. Esta “SEÑORA” (así la veía yo con mis 18 años) prácticamente desnuda frente a mi. “El sueño del pibe”. Claro que ella nunca antes siquiera insinuó nada.
Mis manos a centímetros de sus hombros…
Que hago???
Me le tiro encima como el tigre de Sandokan o me porto como un caballero?
Con precisión quirúrgica tomé el cierre que comenzaba allí donde se perdía mi mirada y mis sueños y lo subí hasta el final.
10 minutos después escuchaba el “SOS BOLUDO???!!!” de mi amigo Horacio mientras conducía hasta su casa
Curiosamente, su pregunta se repetiría en cada uno de mis amigos que escuchara la historia. Algunos, utilizando epítetos más fuertes.
“G” nunca volvió al gimnasio
Thanks Yisus