Yo sabía que no estaba paranoico. A mi, alguien me sigue...

3 de agosto de 2008

GLORY DAYS - PARTE I


Es un día espantoso
Llueve, hace frío y no hay fútbol.

A pesar de todo eso, mi humor es del mejor. Por circunstancias que no vienen al caso, ayer tuve un excelente sábado. Desde el momento en que salí de la cama supe que sería así y muy de madrugada confirmé mi certeza.
Fue una jornada de esas que lo obligan a uno a andar por ahí con una sonrisa plena, complaciente y reconfortante.

Voy al reproductor y subo el volumen hasta aturdirme para escuchar “who’s making love?” de Katie Webster. Me resulta imposible no bailar. Si; bailo sólo, y que? Estoy feliz.
Chopper salta conmigo y mi chica grita algo desde el baño, pero a causa del volumen de la música, entender sus palabras es una utopía.

No me importa.
Hoy me siento así


Siento que soy un grande. Que soy un groso, un capo, SOY LO MAS!
Recuerdo, al menos, dos situaciones donde sentí algo parecido…

El clásico rival de Sociedad Sportiva (las palomas) (club donde me inicié jugando al rugby) es el Club Argentino (los chanchos). La rivalidad es feroz y salvo contadas excepciones los campeonatos se terminan definiendo entre estos dos clubes. (ahora la cosa cambió un poco con la inclusión de equipos de otras regiones).

Era mi segundo año en el club, mi primer final. El campeonato anterior lo había ganado el clásico rival por afano, pero este año la cosa era distinta. Con un equipo de menor jerarquía pero con mucho corazón habíamos logrado forzar un encuentro final.

Esto representaba todo un acontecimiento, por lo que la cancha de Alem y Florida (allí se jugaba en esa época) estaba repleta de amigos y familiares de uno y otro equipo. Era la primera vez que mi vieja iba a verme. Nunca estuvo muy de acuerdo con la práctica de este deporte. Varios puntos de sutura parecían darle la razón. Supongo que mi viejo influyó para que no me cortara las piernas (diría el Diegote)

El primer tiempo nos había resultado un suplicio. Nos ganaban en todos lados, menos en el marcador. Apenas dos trys de diferencia.


En el entretiempo vino la lavada de cabeza. El pedido casi literal de que nos jugáramos la vida en cada pelota, cada Tackle, cada cruce.
La arenga dió resultado.
Con esfuerzo mayúsculo logramos el empate.

Sin embargo a 5 minutos de finalizar el partido, ellos meten un penal (equivale a tres puntos). Los festejos de la hinchada contraria por el bicampeonato no se hicieron esperar, incluso los mismos jugadoes rivales se abrazaban dentro de la cancha dando por descontado el triunfo.
A remar lo que quedaba del partido… NADA.

Ultima jugada.

No hay tiempo de más, nuestro apertura (un puesto dentro del equipo) patea “a cargar” (se tira la pelota a la espalda de la línea defensiva para que “presionemos” al full back contrario) y eso exactamente hacemos Nacho y yo. El tipo quiere sacar el balón de la cancha y comete un error dejándola adentro (en el rugby, cuando el tiempo esta cumplido, el partido no termina hasta que no se detiene la pelota). Nacho la levanta y sobre la marca de un rival me la pasa mi, que venía de apoyo.

Quiebro la cintura y hago pasar de largo a mi marcador, encaro al último hombre y lo derribo...y ahí me doy cuenta…tengo vía libre al ingoal…tengo que correr..Y CORRO

Corro como nunca.

Corro esos metros como si me persiguiera el de moño. Alguien alcanzó a tomarme de la camiseta pero ya era tarde. Nada iba a impedirme apoyar la guinda.

TRY y explosión.

El abrazo de mis compañeros, los gritos de la gente, la invasión de la cancha, el abrazo y la emoción de mi viejo (eso fue genial) la vuelta en andas…

Ese fue mi día de gloria.


continúa...

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