Yo sabía que no estaba paranoico. A mi, alguien me sigue...

30 de enero de 2010

EL CALOR DEL AVERNO


Rabas.


Ayer, a esta hora, estaba comiendo rabas a orillas del mar.

Hoy, repetir la experiencia sería imposible. En primer lugar por el minúsculo (pero insalvable) detalle de no tener un mar en el fondo de casa y luego porque cualquier ser vivo (incluyéndome) que se aventure a asomarse bajo el sol quedaría reducido a cenizas en cuestión de segundos.
Y a mi las rabas me gustan termino medio. Si no se ponen duritas.

El servicio meteorológico informa que hay una sensación térmica de 45º; sólo falta que venga de visita mi cuñada.
Imagino que eso debe ser lo que me espera el día que me muera.

Las llamas eternas y mi cuñada.

Amante lujurioso de las playas - y del verano en general - como soy, el calor del averno no es algo que me preocupe en demasía. Por el contrario, la promesa de una compañía perpetua de mi cuñada me da verdadero pavor.
Y eso que yo no le tengo miedo a muchas cosas.
Es más; como ud. bien sabe viejo lector, sólo le temo a:

Las arañas
Los odontólogos
Y ?

EXACTO!! A esa tercer cosa que sólo confesare a la persona que me arregle una cena con Megan Fox.

Entiendo que estan de vacaciones y pedirles un esfuerzo intelectual me parece como un poco desmedido, sin embargo es algo sencillo, se trata de recordar si mencioné, entre mis temores, el miedo a cabalgar
Lo hice?
Verdad que no?

Es que pocas cosas me divierten más que montar!!
(si ud esta esperando que aquí haga una humorada de altísima carga sexual, sepa que no lo haré. Este es mi primer post del 2010 y quiero dar una imagen que luego me encargaré concienzudamente de echar por tierra)

Soy lo que se puede decir un jinete medio

Medio salame, ya que no mido los riesgos de no saber cabalgar y me subo a cualquier jamelgo como si fuera un gaucho domador del festival de Jesús María.

De hecho, mi primera eyaculación la tuve sobre una yegua.
Posta.

No insistan.
Dije que en éste, mi primer post del 2010, trataré de cuidar las formas. Más adelante les contaré la referida experiencia.
También cabalgué en las sierras cordobesas y antes, de pequeñín, di innumerables vueltas en los ponis del parque.

La jornada había amanecido medio nublada. Daba para realizar otra actividad que no fuera la de tirarse como dragón de comodo al sol.

En los bosquecitos de Pinamar se alquilan unas monturas realmente interesantes y allí me dirigí con mi chica. Al llegar y para mi sorpresa, no nos encontramos con esos equinos que parecen haber sido desatados de algún carro botellero o los otros que tienen pinta de haber sido recién rescatados del maltrato de un circo.

Por el contrario, estas nobles bestias gozaban de buena salud. Eran caballos de exportación. Debía medir como tres metros de alto y seis de largo. Quizá un poco menos. El pecho de uno de ellos (el que se parecía al caballo blanco de la estampita de San Jorge...ese que pisa un dragón) era del tamaño del frente de mi casa.
Para peor, una minita rubia – muy linda – con botas de montar y todo, se subió a ese bicho (con ayuda, je!) y desde ahí arriba me miraba como preguntándome con la mirada qué pensaba hacer yo.

La negra fue bien clara cuando me dijo: “vos estas en pedo? Yo no me subo ni loca, queres que nos matemos? Por qué no alquilamos un cuatri?”

No nació la yegua que traiga al mundo al potrillo que sea padre del caballo que me de miedo.

Pedí mi caballo y me trajeron un potro negro como la noche más oscura. Grande como un camión del Dakar pero con un poco más de fuerza. Juro que tenía los ojos inyectados en sangre (él. Yo no).

Vas a poder con éste?” pregunto el turro del cuidador mientras sostenía las riendas de la rubia. Del caballo de la rubia, se entiende. Encima, el muy puto agregó “es mansito”.

Yo creo que el caballo y él se guiñaron un ojo, pero no estoy seguro.

Los primeros 10 metros fueron tranqui…al paso…supongo que “Satanás” (así bauticé a mi caballo) esperaba que yo bajara la guardia. No hizo falta. La rubia se lanzó al galope y Satanás, viendo correr a su compañero se lanzó tras él en aras de una mal entendida fidelidad. Se dice que el caballo es el mejor amigo del hombre. En este caso era claro que el mejor amigo de mi caballo era el otro caballo.


Pensé que me mataba. Dos veces pegué la boca contra el cogote del animal. Yo me agarraba de las riendas, de las crines y con los cachetes del culo. Me bamboleaba hacia todos lados como un muñeco inanimado.

El paseo terminó cuando la bestia quiso.

Diga que ellos solitos saben volver. De la rubia no tuve noticias. Quién sabe si habrá sobrevivido. Se la veía más canchera que yo.

Cuando me baje, temblando, me recibió la cara de aburrimiento de Moni. Estuve tentado de contarle de la sensación de riesgo inminente, de la cercana presencia de la muerte pero…fastidiada y ante mi imposibilidad de articular palabra me primereó con un “vamos a tomar un helado?”

accedí


qué es lo más irresponsable que hicieron hasta ahora?


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