Yo sabía que no estaba paranoico. A mi, alguien me sigue...

10 de octubre de 2015

CON EL BUEN JUICY FRUIT DE MI LADO


Corría el año mil omññgfff y yo conocía los chiclets que ud ve en la foto que ilustra esta entrada.
Eran importados y, por lo tanto, de difícil acceso para los nativos de estas tierras alejadas de las oficinas de Dios.
Mi chica de ese entonces, oriunda de allá, se encargaba de aprovisionarme de esta goma de mascar que hacía las delicias de mis papilas gustativas.
Con el uno a uno se vinieron las relaciones carnales con el país del norte y – paradójicamente – dejé de ver a la señorita en cuestión, mas me era sumamente fácil conseguir los chiclets de marras
La vida – que es una dama de humor inestable – hizo que con el paso de las noches fuera olvidando lo mucho que me gustaba esta porquería y, consecuentemente, cada vez fueron menos frecuentes mis encuentros con la ya mencionada golosina.
Hasta que dejamos de vernos en lo absoluto.
Yo crecí, engordé, me enamoré, cambié de ciudades y de gustos, pero nunca olvidé del todo a los “juicy fruit”.

Hace unos meses los encontré en un kiosco de acá.
ALEGRÍA INMENSA!!
Compré un par de paquetes y descubrí que mi boca tiene más memoria que mis bíceps, los que parecen haber olvidado para siempre que alguna vez pasaron por un gimnasio.
El sabor de la tirita me trajo mil recuerdos. Si me apuran era el sabor de la juventud, de los primeros besos apasionados, de los caminos por andar.
Paralelamente estaba iniciando una relación con otra señorita.
Las primeras visitas.
Esas dónde las cosquillas de los nervios y el café se sientan a la misma mesa.
Cada vez que tocaba el timbre me clavaba un chiclet.
Un buen aliento es siempre necesario, SIEMPRE, y más en esta etapa.
Además era un plus de seguridad. No me pregunten por qué. Una palmadita en el hombro en forma de goma de mascar
El tiempo me dio la razón.
Ella no se resistió a los encantos de este humilde negrito que sólo sabe soñar. No había manera que pudiera hacerlo, con el buen Juicy Fruit de mi lado.
Los mimos duraron lo que tuvieron que durar, ni un minuto más, para luego dar paso a una bonita amistad.
El otro día, charlando un poco de todo, recordábamos – entre risas – los buenos momentos vividos, los no tan buenos y los chiclets “con ese gusto de mierda”, en sus palabras
Que relativo es todo, no ?

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