Yo sabía que no estaba paranoico. A mi, alguien me sigue...

8 de abril de 2009

EL DÍA DESPUÉS (5 de abril)


Entrecierro los ojos

Aún bajo los efectos del festejo en la gala de los Briks Awards, apenas tomo conciencia del paso de un nuevo onomástico. Miles de recuerdos se apiñan en el umbral de la nostalgia para transportarme a otros tiempos de rebeldía e independencia.

No hablo de la revolución libertadora.
Hablo de mis años de soltería.

El Abril de aquel año me encontró en lo que los biógrafos darán en llamar, tiempo después de mi muerte, “mi época de oro”. Un Briks orgulloso, gallardo, pleno.

Gabriela era unos años mayor que yo. Gabriela era bastante bonita. Gabriela era mi vecina del piso de abajo y era – también - una atorrante divina
La conocí tomando sol en la terraza del edificio. Entramos en confianza casi de inmediato, cosa natural entre dos personas que comparten, durante más de un mes, todas las tardes casi en bolas.
Así supe de su “novio”; un tipo casado que, por cierto, la visitaba bastante seguido.

Ambos disfrutábamos de nuestras charlas al sol.
Ella escuchaba mis “aventuras” y me daba su punto de vista femenino. Yo le prestaba oído a sus quejas de amante que en el fondo sabe que nunca cumplirán con las promesas que se le hacen.

Ninguno de los dos se sorprendió por encontrarse sustituyendo deseos por caricias, uno al otro. Así de simple, así de hermoso.

Ese 4 de abril ella pasó temprano por mi departamento. Me dio un beso y me dijo ”cuando tus amigos se vayan…pasá por casa. Ahí vas a tener mi regalito”
Debe haber sido el único cumple que quise que terminara temprano. Así y todo, eran las 2 de la mañana cuando se fue el último delincuente.
Nada mal para un día de semana.

Tomé una botella de champagne que había podido ocultar en la heladera, lejos del alcance de los buitres y con dos copitas en la mano bajé por las escaleras, descalzo y en total oscuridad.

“ALGO” llamó mi atención en cuanto pisé su pasillo. No obstante, me acerqué a su puerta dispuesto a golpear.
Nunca lo hice

Los gemidos de Gabriela (una de sus características más notables) se escuchaban con absoluta claridad desde donde yo estaba.

Una de dos, o había decidido abrir mi regalo o su “novio” estaba de visita. Suponiendo que era la segunda opción dí media vuelta y partí.

Al final….

ME PODRÍA HABER REGALADO UNA CAMISA, no?!

Luego, desnudos, nos reiríamos de este incidente, pero la verdad es que, en el momento, me sentí como una latita de paté.
Alguna vez desearon poder entrar en combustión instantánea y quedar reducidos a un montoncito de cenizas, aunque más no sea por un momento?

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