Yo sabía que no estaba paranoico. A mi, alguien me sigue...

16 de mayo de 2010

HAY COSAS QUE NO SE NEGOCIAN


SABÍA!!


En el preciso momento que me anoticiaron del lugar, supe que la velada estaba predestinada al fracaso.

“La Barraca”, (tal el nombre del establecimiento), es un sitio donde Ud va, cena, escucha a un solista y/o a una banda y luego chilla, como mandril en celo, con el karaoke.


Si considera que aún no fue lo suficientemente risible, puede quedarse a bailar para perder la poca vergüenza que lo mantenía en pie.

Entiéndanme.

El sitio esta bueno si uno quiere festejar su cumpleaños perdiendo la voz y la dignidad mas no si lo que se busca es honrar a una señora que deja de trabajar por acogerse al beneficio jubilatorio.
Si, ya sé.
Un genio el que eligió el lugar.

Para colmo de males, ustedes recordarán mi última experiencia bolichera, por lo que hube de hacer un esfuerzo sobrehumano por ir, sobreponiéndome al frío, a la llovizna helada y – por sobre todo – a mis nulisimas ganas de asistir.
Con excesiva buena voluntad, soporté estoicamente el volumen de la música tipo recital de Megadeth (suba sus parlantes) y a los muchachitos de la mesa continua que SÍ estaban festejando un cumple, por lo que su nivel de excitación era similar al de la ardilla de “vecinos Invasores”.
30 ardillas excitadas, colmadas de Speed y vodka.
Divino.

Hasta acá…ok, soportable, ahora…
que antes de terminar tu cena, ESTOS DOS


empiecen a ladrar temas de Marta Sanchez y Arjona (si, leyó bien, ARRRR-JO-NA) es como “tu mach”.
A la segunda canción del trovador favorito del Sr Mariano me levanté y me fui.
Posta

hay cosas que no se negocian

El daño había sido menor. No hubo que lamentar pérdidas de consideración puesto que no me había hecho ninguna expectativa sino, más bien, todo lo contrario y cuando uno no tiene mayores expectaciones difícilmente pueda ser decepcionado.

Qué sucede, sin embargo, cuando uno tiene una vecina como…Lorena? (ponele)

La conocí en mi último departamento de soltero, ese que compartí con el amigo Bubu.
El nuestro era un pequeño edificio de dos plantas con apenas 8 viviendas. Todos habitados por estudiantes. (si, claro, es lo que ud se imagina. No sé cómo nunca intervino Gendarmería…)

A Lorena la conocí una tarde/noche de Septiembre en la que golpeó a mi puerta para pedirme azúcar…

y agua caliente…

y yerba.

Creo que eso fue lo que me gustó primero. Su desenfado cercano al descaro.
Lo segundo fueron sus lolas.

La hice pasar y mientras calentábamos el agua supe de su reciente mudanza, sus cosas sin desembalar y de sus ganas de tomar mate. Coincidirá conmigo, amigo lector, que la cocina es un lugar mágico. Uno – no se sabe bien por qué – se siente cómodo en una cocina. Se distiende. Se sincera.

Se nos hirvió el agua un par de veces, no más. Se fue con la promesa de repetir la visita

Y de devolverme el termo, eso también tuve que prestarle.

Nos cruzamos por accidente en más de una oportunidad y nos visitamos mutuamente en un par de ocasiones.
Además, mi habitación (1º piso) tenía un balcón que daba al patio (planta baja) de su departamento por lo que compartimos más de una tarde de sol (a la distancia), haciéndonos bromas y musicalizándonos la “bronceada”.

Una cosa que no le dije es que, desde mi ventana (la de mi habitación), también se podía ver el interior de su cocina.

Una noche cualquiera de ese diciembre (las noches de verano en La Plata son muy calurosas) me encontraba – desvelado – asomado a la ventana de mi pieza, rodeado de la más absoluta oscuridad, cuando de repente un reflejo mínimo iluminó – apenas - la cocina de Lorena.

La luz del interior de su heladera me permitió observarla como más de una vez la había imaginado…


Allí estaba ella, totalmente desnuda, bebiendo agua del pico de una botella mientras era bañada por la tenue luz del refrigerador.

Y allí también estaba yo, paralizado y encantado, evaluando la posibilidad de arrojarme en palomita sin romperme la cabeza (o sin que me la rompiera ella, en caso de no estar del todo de acuerdo con mi ocurrencia).
Unos segundos cruciales. Era actuar o callar para siempre. Uno no puede presentarse al otro día diciendo “Hola che. Anoche te vi en bolas. Nos besamos?”

Y justo cuando la balanza se inclinaba para el lado de la maniobra osada veo – no sin asombro - como de las penumbras y por detrás de Lorena, dos brazos masculinos emergen, la rodean y la abrazan. Ella se da vuelta y principia lo que seguro terminaría en un beso, no lo sé, porque al soltarla, la puerta de la heladera se cerró dejando todo a oscuras, como en un principio.

Como el más sigiloso de los Ninjas asesinos me deslice hacia el interior de mi habitación casi reptando.


A pesar del calor cerré la ventana. Ya la había visto, lo único que me faltaba era ESCUCHARLA !
No, gracias.


Recuerdan algún plan (de cualquier tipo) que les haya fallado?

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