Subí la reposera a la terraza.
Subí también un vasito de oro negro.
Ya hace frío, pero al sol y con un bucito uno puede disfrutar de un buen rato de plácida modorra y sentir ese olorcito tan especial del otoño Bahiense. (o Bahiano, como me gustaba decir en La Plata sólo para indignar a Guillermina)
El otoño es, quizá, la mejor época del año para esta ciudad.
Inmerso en la más absoluta nada, esto es, con la cabeza en stand by, observo como Chopper, con las orejas paradas, los músculos tensos, la vista fija y emitiendo un gruñido grave pero bajo, focalizaba toda su atención hacia un punto determinado de la terraza. Sigo – tenso - su mirada esperando encontrar un Alien, un chorro al mejor estilo “hombre araña” o al menos el gato malaonda del vecino (le tengo que dedicar un posteo, ya me dí cuenta) y sin embargo no hay nada.
Chopper tiene estas cosas.
Me tranquilizo, reacomodo la reposera inclinándola más hacia la derecha respecto de mi posición original y casi sin querer resulto testigo de una carrera de caracoles.
La cosa es más o menos así.
Caracol “A” (Meteoro) y caracol “B” (Traverso) estaban uno encima del otro sólo como los caracoles saben hacerlo, de pronto y por mandato quién sabe de qué instinto animal ambos se pusieron a la par y se lanzaron en una desaforada carrera hacia la maseta sin planta que se encuentra cerca de mi “chulengo”.
Meteoro tenia la cuerda interna pero se notaba que Traverso era físicamente mas fuerte, probablemente también lo fuera mentalmente. Eso es determinante en este tipo de pugna.
Lanzados en loca carrera, creo que no medían los riesgos de chocar sus caparazones. En todo caso me emocionaba ver la seriedad con la que competían y como, cabeza a cabeza, se dejaban embriagar por el vértigo de la velocidad. Contagiado por tanta adrenalina sin darme cuenta me sorprendí relatando la carrera.
También me sorprendió ver a mi chica en la puerta de la escalera.
Había subido con unos mates sin que yo lo advirtiera, por lo que escuchó la mayor parte de la “transmisión” del evento.
Diga que ya está acostumbrada. Sólo se limitó a morderse el labio inferior y mover la cabeza como diciendo “no lo puedo creer”, se acercó, me dio un pico y se puso a cebar mate.
Me ama, de eso no hay duda, pero no sé si siempre me entiende.
Bueno…
hay infinidad de cosas que yo tampoco entiendo de las mujeres…
· El humor premenstrual, el humor menstrual y el humor postmenstrual.
· Que se pidan una magra ensaladita con salsa de soja y bebida baja en calorías, sólo para que después decidan robarme las papitas fritas de mi plato y tomarme la coca.
· Que en algunas ocasiones quieran besarse y abrazarse, pero nada más.
· Que salgan de compras sin nada específico en mente por comprar. Y que además pretendan que las acompañe.
· Que se sientan obesas cuando subieron 250 gramos.
· Que vayan al baño de a dos, o más.
· Que no se puedan lavar la cara y el cuerpo con el mismo jabón o que no se puedan poner la misma crema en todo el cuerpo.
· Que se reúnan con sus amigas todos los días de la semana durante 4 horas cada día, para volver a casa y seguir hablando por teléfono con ellas.
· Que puedan engancharse mal y llorar junto a la protagonista de…UNA NOVELA de televisión.
· Que no puedan asimilar el concepto de “ducha de 10 minutos”.
· Que puedan comprar un CD horrible para escuchar solamente una canción una y otra vez.
· El eterno deseo femenino de discutir y analizar la relación de pareja.
· Esa habilidad para pasar del grito de una loca, al llanto de una niña y a la calma de un témpano de hielo en el lapso de, tan solo, sesenta segundos.
· Que no puedan utilizar el mismo vestido en dos fiestas.
· Que nunca tengan zapatos que ponerse, mientras el ropero esta atiborrados de distintos pares de distintos colores y que no obstante ello, vayan al centro a comprarse un par urgente, y regresen con un pantalón.
· El enigmático mundo que resulta para mi una cartera femenina.
· Los SI que significan no y los NO que significan si.
En fin.
De todas maneras, si no pudo entenderlas Freud, quién soy yo para emprender semejante empresa; si después de todo, quizá sean estas pequeñas cosas las que las hacen seres tan maravillosos
Alguien dijo que no hay que entenderlas, sólo amarlas.
En eso estoy.
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