Yo sabía que no estaba paranoico. A mi, alguien me sigue...

17 de abril de 2008

UN PIBE DE BARRIO


La señora vivía en mi edificio, tenía el pelo corto y con rulos, era bastante retacona.

Para que ud. se haga una idea más acabada de lo que hablo, permítame decirle que era igualita al Diego en su momento de mayor gordura drogadependiente.
Eso si, ésta tenía un plus. Era más mala que una araña mala.

Le encantaba decir las cosas más espantosas de sus vecinos sin el más mínimo remordimiento. Llevaba y traía “chusmerios” con una velocidad envidiada por cualquier empresa de correos y telégrafos.

Gritaba improperios a los vendedores ambulantes, corría – escoba en mano - a los niños sólo por jugar en la vereda ( ME corría). Peleaba con todos los comerciantes del barrio y aporreaba a sus dos retoños enfrente de todos. Claro que sus hijos no eran mucho mejor que ella y descargaban sus frustraciones en los vecinitos más pequeños.
Sergio aprendió de la manera más difícil el significado de la palabra abusador.

No tenía idea de cómo se llamaba (y hoy no lo recuerdo), por eso, de más grandecito, al referirme a ella siempre me refería como "la gorda del 4" (Por ejemplo, en la frase: "Cuando volvía del kiosco me encontré con la gorda del 4").

Por trágico y doloroso que parezca, ella no está sola. A lo largo de mis años, decenas de vecinos y comerciantes de mi barrio han sido damnificados por mí al apodarlos de modo denigrante, colorido o descortés a sus espaldas.
Sería sencillo señalarme a mí mismo con un dedo acusador y reconocer que la causa de esta reprochable actitud sea una especie de perversión macabra, pero las causas de mi conducta son más complejas: entre otras cosas, no puedo aprenderme el nombre de todas esas personas; a duras penas me acuerdo del nombre de mis amigos más queridos (y eso porque todas las mañanas repaso los nombres que figuran en mi agenda con ayuda de una regla mnemotécnica, como adjudicarles un color, o un animal de granja).

Por principio, además, considero a todo "vecino" como un potencial, si no enemigo, por lo menos “competidor con intereses expansionistas”, tales como dejar su bolsa de basura en mi contenedor u ocupar mi lugar de estacionamiento.

Su obsesión por la inseguridad, sus malos modales y su pésima música no colaboran a un acercamiento. La codicia o simplemente la anormalidad de los comerciantes de la zona los ha hecho también víctimas de esta problemática.

Por lo tanto, he optado siempre, (lo reconozco), por la solución más sencilla:
el bautismo a sus espaldas, siempre en un tono que va de lo pintoresco a lo ofensivo.
Tras un profundo auto análisis, he llegado a la conclusión de que debo corregir esta desviación. Aún no estoy listo para confrontarlos y confesarles sus alias, pero puedo empezar por hacer pública mi lista:

Los “ocupa” (flagelo de la cuadra, merecen post aparte)
los "Bailanteros"; (son los más insoportables)
el "Viejo fantasma"; (todo un misterio)
el "kiosquero traficante" (creo que en su local – abierto la 24hs – podría comprar desde una pantalla de energía solar hasta un bebe)
el "Cordobes" (que no lo es);
"Susú Pecoraro"; (que, obviamente, tampoco lo es)
los "Nuevos" (que están hace ya como tres años);
el "facha Martel"
y, por supuesto, la "Gorda del 4".

A todos (menos a dos o tres) les pido disculpas.
Algún día, 15 minutos antes de mudarme, los reuniré en un ámbito con contención psicológica y les confesaré cómo los llamaba sin que ellos lo supieran.

Después de todo, las estadísticas dicen que más del 72 % de la población apoda o es apodada (sin saberlo) por sus vecinos.

No seamos indiferentes a este flagelo.
(y de paso averigüemos como nos llaman en la cuadra)

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