Termina enero.
Terminan mis vacaciones.
No más días de sol. Digo..de sol sol, el posta.
El sol de ciudad no es igual a este puto que hace tres días que se esconde revelándome que en realidad mis vacaciones terminaron el mismo día que me dí cuenta que faltaba muy poco para el fin de mis vacaciones, se entiende?
El sol citadino es resentido.
Te calienta, te alumbra y te broncea porque no tiene otra, es su naturaleza pero lo hace con bronca. Eso si, se toma revancha cuando te calzas la corbata y subis la escalera de tribunales cantando la marcha de San Lorenzo..”febo asoooooma, ya sus raaaaayos”. Chivas más que el día que rendiste tu examen final.
No obstante, yo trato de hacerme amigo de ese sol.
Lo entiendo.
Yo también tengo una versión de ciudad y otra playera. Amo mi versión playera. La gente ama mi versión playera.
Otro día les voy a contar del Briks de malla surfera (aunque jamás en la vida haya surfeado) y collares de semillas de melón, semillas de Turacamote haitiano y semillas de torroncino con granizado de dulce de leche.
Esencialmente soy el mismo pero sutiles cambios que sólo el buen amigo advertirá, me hacen mejor persona a la orilla del mar. Las opiniones están divididas al respecto. Yo pienso que si, el resto de la humanidad cree - equivocadamente - que no.
Es sábado.
Monte esta lleno de veraneantes de fin de semana.
Parado en la playa mirando el cielo parezco George Clooney en “La Tormenta Perfecta”. No; hoy tampoco habrá sol. De hecho, será un milagro si no somos víctimas de un Tsunami.
La gorda lesbiana dice que aunque no lo veamos el sol siempre está. Bueno, que alguien le avise que hace dos horas que le estoy tocando timbre, cagado de frío y con ganas de meterle la sombrilla en el culo.
El lunes tengo que estar en Bahía. Quedarme este fin de semana nublado es un poco al pedo. Las actividades se limitan notablemente sin playa (leer “grito gol”) y el regreso a casa es un verdadero suplicio. La ruta se satura de veraneantes presurosos de llegar a destino; los que terminaron su quincena MÁS los que vinieron por el finde.
Los más listos saldrán el domingo después de almorzar o el lunes a primerísimo hora, el único inconveniente es que, “los más listos” son nada más que dos millones trescientos cincuenta y cuatro mil doscientos dos. En el medio están los giles que vuelven a cualquier hora.
Por si se estaba sacando un moquito seco mientras leía esto y no entendió, lo que quise decirle es que no importa la hora que escoja para volver, la ruta será igual que estar en medio de la popular de un River – Boca y a usted no le gusta el fútbol. Como bonus track, aquí no habrá tribuna contenta, todos están de pésimo humor por el fin del recreo.
No quiero eso. Me voy hoy.
Emprendo, con mi chica, la tarea de armar los bolsos. Trajimos solamente lo básico.
Definamos básico:
653 remeras, 40 pantalones, 82 buzos, 3 pares de zapatillas, (uno es sólo para bajar a la playa) 2 pares de zapatos más 1 par de borcegos con punta de titanio, 14 libros (sólo lei casi uno porque empecé con esta idea de escribir nabadas), el TEG, los dados, las cartas, el Pictonary; el Liptonary, el Estanciero (versión autóctona del Monopoly que Ud. aún puede conseguir en “La Porteña” y creo que en Wal Mart, también), las dos gruesas de forros (buenaaaaaaa), 362 cds, la filmadora, el DVD, la camara de fotos, el discman, el ipod, la agenda virtual y demás agregados culturales como el bluetooth, el redtooth, el greentooth y todo el arco iris de tooths que se le ocurra y cientos de miles de cosas que jamás pensé que no me fueran útiles, a pesar que el verano anterior en Valeria del Mar, tampoco las usé.
Faltan las que trajo Moni y lo que compramos acá.
Pará …pará !! Salió el sol ??
No.
Está tan negro que los autos prendieron las luces. El reflejo de “las largas” se cuela por la ventana del living. Es en este instante que el clima experimenta un cambio notable. De pronto la mañana se torna húmeda mal. Hace calor, mucho. Es una humedad pesada, pegajosa. Ahora Ud. realmente desea que venga ese Tsunami y termine con su padecer. No va a pasar.
Última revisada del departamento antes de cerrar y perder para siempre lo que me voy a olvidar a pesar de haber escaneado electrónicamente 4 veces cada habitación.
Cerrar la puerta por última vez me crea una especie de angustia. Nada serio, nada grave. Es el dolor por las cosas que terminan. Este es un dolor chiquito. Es la tristeza de saber que los hermosos momentos vividos este mes, comienzan ya a ser un recuerdo, lenta pero inexorablemente. Una gota salada corre por mi mejilla. Es una lágrima ?? NO! Es transpiración. Está nublado pero hace un calor de la concha de su madre.
Enciendo el auto, prendo el aire y pongo el cd de los Blues Brothers.
Volver a casa es bueno
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